“He aquí la virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios.” Mat. 1:23
En esta navidad permitamos que el Espíritu Santo geste la vida de Jesús, cambiando la historia, en muchos corazones más …
En una sociedad que opera de forma instantánea, en la que podemos ordenar algo en línea y recibirlo una hora más tarde, a menudo nos cuesta esperar y mucho más hacer un alto y pensar en lo transcendente. Una de ellas es la historia del nacimiento de Jesús, que fue profetizado cientos de años ante que sucediera, y por lo tanto hubo mucha gente que tuvo que esperar en fe, hasta que ese hecho trascendental llegara ser una realidad… ¡¡Y hoy lo conmemoramos y lo disfrutamos!!
Si pensamos en Zacarías y Elisabeth nos recuerda que la oración es una respuesta fiel en los tiempos de espera. Gabriel le dijo a Zacarías: «Ha sido escuchada tu oración» (v. 13). Esta declaración nos da una idea acerca de cómo vivieron Zacarías y Elisabeth durante sus largos años de decepción ya que no tenían hijos: perseverando en la oración. Oraron incluso cuando las cosas no sucedieron como esperaban. Se aferraron a Dios, incluso en medio de la desgracia social, la desilusión y la desesperanza.
Por otro lado, en este tiempo de Navidad, mientras buscamos encontrarnos con Cristo y adorarlo, a menudo lo buscamos en la estrella brillante que llevó a los magos al milagro del pesebre. Buscamos a Cristo en los regalos de oro, incienso y mirra; lo buscamos en los ángeles cantando frente a los pastores que cuidaban de sus rebaños en medio de la noche. No es frecuente que busquemos a Jesús en su genealogía. Allí vemos la mención de grandes hombres como Abraham, el padre de nuestra fe, o el rey David, el guerrero y adorador. Sin embargo, la genealogía del Mesías destaca no solo la grandeza, sino también la gracia. Su linaje nombra no solo a los ilustres, sino también a personas que hoy la sociedad marginaría, como Tamar, Ruth y Rahah.
Hoy todos nosotros podemos estar en la lista también de sus descendientes, El incluye a todos, aunque hayas tenido que esperar, la gracia de Dios también llega a tu vida, y en medio de tus circunstancias. Permita que le guíe a una vida santa mientras perseveramos en el tiempo y espacio en el que vivimos, entre el nacimiento de Cristo y su regreso. Permita que le recuerde que podemos confiar en la Palabra de Dios y en su promesa de cumplir sus propósitos de bien en nuestras vidas y, en última instancia, también en este mundo, por más improbable que parezca.
Miremos ahora a María, hoy ella es increíblemente famosa, pero hubo una época en que era completamente desconocida. Ella era solo una campesina adolescente de Nazaret, un poblado que, según algunos eruditos, pudo haber tenido menos de 100 habitantes. Y posiblemente como muchos en esa época, probablemente María era analfabeta. Dada su condición de vida, se habría esperado que se casara humildemente con un joven pobre de clase trabajadora. Su familia probablemente habría pasado hambre a menudo al no tener lo suficiente para llegar a fin de mes.
Cuando el Dios del universo decidió elegir el vientre que lo gestaría, no se acercó a una mujer joven con grandes riquezas y reconocido estatus social. En cambio, Dios se acercó a una campesina analfabeta de un pueblo muy pequeño. Y cuando miramos a María, vemos que no tenemos que ser ricos, ni venir de una gran ciudad, ni ser muy educados o importantes en la sociedad. Podemos ser personas ordinarias y, sin embargo, ser parte de esta historia eterna. ¿Entonces cuál es el único requisito para serlo? ¿Cuál es la única calificación que Dios requiere?
Cuando el ángel Gabriel se acercó a María y le dijo: Estás a punto de convertirte en la madre del Hijo de Dios, María abrió su corazón y dijo: Sí, que el Señor haga conmigo como me has dicho.
Para formar parte de esta historia y experimentar a Dios dando a luz su vida en nosotros, todo lo que necesitamos es un sí. Necesitamos dar nuestro consentimiento para que el Espíritu Santo de Dios obre dentro de nosotros y a través de nosotros.
Que nosotros, como María, oremos: «Espíritu Santo, digo sí a tu obra en mí». Que la vida de Dios nazca en nosotros. Que nosotros también desempeñemos nuestro papel en la grandiosa y eterna historia de Dios y podamos ser también el instrumento para que Dios geste a través del Espíritu Santo la vida de Jesus en otros en estas navidades.
Que así sea para la gloria de Dios y de los millones que todavía no le conocen entre las naciones.
Mary y Daniel Diaz