Missio Dei, la misión es de Dios.

Solo hace unas semanas que venimos de estar en Bogotá, Colombia donde participamos del Segundo Encuentro acerca “Misión Dei, desde una perspectiva Latino América”. Este concepto del “latín”, Missio Dei que se puede traducir como la » misión de Dios» o el «envío de Dios», es un concepto que se ha vuelto cada vez más importante en la misionología y en la comprensión de la misión de la iglesia desde la segunda mitad del siglo XX

Para nosotros los Latinos es un concepto que nos une, en las diferentes dimensiones que toma nuestra praxis misionera a lo largo de todo el continente. En este encuentro nos pudimos dar cuenta que hay una dimensión interna del concepto que es dirigida hacia la propia realidad de Latino América con sus abanicos de injusticias sociales, desafíos culturales un largo etc., y por otro, el desafío de cumplir con el mandato de ir hasta los confines de la tierra. Y en medio, esta toda la reflexión teológica y misionologica que surge generalmente del mundo académico.

Por lo que entiendo, llevamos más de 30 años que no se daba un encuentro de estas características y para mí, que de alguna manera represento a los latinos en la diáspora, ha sido un dialogo muy enriquecedor, a pesar de darnos cuentas de nuestras propias diferencias, énfasis y vocaciones en las Dios nos ha ubicado.

Todo esto para darnos cuenta, de que hoy, nosotros, como continente con más de 700 millones de habitantes, más de 120 millones de evangélico y una fuerza misionera que supera los 30.000 misioneros transculturales, hemos pasado a jugar un rol clave en este nuevo espectro policéntrico de un nuevo cristianismo global.

Haciendo un poco de historia

Pero retrocedemos un poco en el tiempo. El término fue introducido en 1934 por el misiólogo alemán Karl Hartenstein, quien lo utilizó por primera vez para diferenciarlo de missio ecclesiae, que se refiere a la misión de la iglesia. Algunos académicos argumentan que esta terminología, que tiene raíces en Agustín, poseía una sólida base trinitaria. Se sostiene que este lenguaje fue retomado en la conferencia de Willingen de 1952 por el Consejo Misionero Internacional (IMC) y fue desarrollado teológicamente por el teólogo luterano Georg Vicedom.

No obstante, John Flett señala que aunque Hartenstein fue quien introdujo el término missio Dei, no lo relacionó con la doctrina de la Trinidad. La mención de la Trinidad se incluyó en el «informe americano», un documento de estudio elaborado para la conferencia de Willingen de 1952, bajo la supervisión de Paul Lehmann y H. Richard Niebuhr.

Las dudas sobre el concepto de Missio Dei se calmaron hasta que David Bosch ofreció una definición clara. Según David J. Bosch, «la misión no es principalmente una actividad de la iglesia, sino un atributo de Dios. Dios es un Dios misionero». Jurgen Moltmann también afirma: «No es la iglesia la que tiene una misión de salvación que cumplir en el mundo; es la misión del Hijo y el Espíritu a través del Padre que incluye a la iglesia».

 En los últimos cincuenta años, aproximadamente, algunos observadores han notado un cambio sutil pero significativo en la forma de entender la misión, viéndola como la misión de Dios. En siglos anteriores, la misión se interpretaba de diversas maneras. En ocasiones, se enfocaba en aspectos soteriológicos, es decir, en salvar a las personas de la condenación eterna. Otras veces, se veía desde una perspectiva cultural, como una manera de presentar a las personas del Este y del Sur las bendiciones y privilegios del cristianismo occidental. También se consideraba en términos eclesiásticos, como la expansión de la iglesia o de una denominación particular. En algunas ocasiones, se definía históricamente como el proceso mediante el cual el mundo, ya sea a través de la evolución o de un evento catastrófico, se transformaría en el reino de Dios.

En todos estos enfoques, a menudo contradictorios, la misión se entendía como un reflejo de la naturaleza de Dios. Así, se contextualizó dentro de la doctrina de la Trinidad, en lugar de la eclesiología o la soteriología. La doctrina clásica de la missio Dei, que describe a Dios Padre enviando al Hijo, y a ambos enviando al Espíritu, se amplió para incluir un nuevo «movimiento»: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo enviando a la iglesia al mundo. Esta conexión con la doctrina de la Trinidad representó una innovación significativa en el pensamiento misionero.

Una Iniciativa de Dios

Desde hemos intentado describir, desde la antigüedad, la misión ha sido entendida primordialmente como una iniciativa de la iglesia. Sin embargo, el surgimiento y popularización del concepto de «Missio Dei» en el siglo XX reorientó este entendimiento, reconociendo que la verdadera fuente y motor de la misión es Dios mismo. No es la iglesia la que tiene una misión, sino Dios quien tiene una iglesia para su misión. Esta perspectiva teocéntrica cambia fundamentalmente cómo se entiende y se practica la misión en el mundo contemporáneo.

Nuestra misión no tiene vida propia: sólo en manos del Dios que envía puede llamarse verdaderamente misión. Sobre todo, porque la iniciativa misionera viene sólo de Dios…

La misión se ve, así como un movimiento de Dios al mundo; la iglesia es vista como un instrumento para esa misión. Hay iglesia porque hay misión, no al revés. Participar en la misión es participar del movimiento del amor de Dios hacia las personas, ya que Dios es fuente de amor que envía. [6]

Hablando en nombre de El Evangelio y Nuestra Cultura Network, Darrell Guder escribe: «Hemos llegado a ver que la misión no es simplemente una actividad de la iglesia. Más bien, la misión es el resultado de la iniciativa de Dios, arraigada en los propósitos de Dios de restaurar y sanar la creación. ‘Misión’ significa ‘enviar,’ y es el tema bíblico central que describe el propósito de la acción de Dios en la historia humana… Hemos comenzado a aprender que el mensaje bíblico es más radical, más inclusivo, más transformador de lo que le hemos permitido ser. hemos comenzado a ver que la iglesia de Jesucristo no es el propósito ni la meta del evangelio, sino su instrumento y testimonio… La misión de Dios es llamarnos y enviarnos a nosotros, la iglesia de Jesucristo, a ser una iglesia misionera en nuestras propias sociedades, en las culturas en las que nos encontramos”. [8]

Una Iglesia Misional…

Hoy otro terminado que nos vincula es la Missio Dei es la expresión de una Iglesia misional y Alan Hirsch sostiene que el término misional «toca el núcleo de la esencia y el propósito de la iglesia». Hirsch explica: “Por lo tanto, una definición práctica de iglesia misional es una comunidad del pueblo de Dios que se identifica y organiza su vida en función de su verdadero objetivo de ser un agente de la misión de Dios en el mundo. En otras palabras, la misión es el principio organizador genuino de la iglesia. Cuando la iglesia se encuentra en misión, es realmente la iglesia. No solo es un resultado de esa misión, sino que tiene la responsabilidad y el destino de propagarla por todos los medios posibles. La misión de Dios fluye a través de cada creyente y cada comunidad de fe que sigue a Jesús. Impedir esto es obstaculizar los propósitos de Dios en y a través de su pueblo”. Finalmente, citando a Peters, él menciona que la Biblia dice que “el resultado final de tal Missio Dei es la glorificación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Ahora nosotros como Latinos, por supuesto le sumamos nuestras propias perspectivas en función de las realidades de un continente con una iglesia evangélica relativamente joven. Desde nuestra realidad continental, esta se nutre de recursos tan versátiles como la creatividad, frente a los diferentes desafíos sociales, los cuales nos da una flexibilidad en cuento a nuestras metodologías misioneras y el uso de recursos escasos, como los argumentos principales que definen nuestro soberano diseño de Dios para una Iglesia evangélica que en las últimas décadas en la segunda iglesia por su taza global de crecimiento.

Un diseño de Dios para una Iglesia Latinoamérica, diferentes loas actores históricos del cristianismo, lo cual debemos tener muy en cuenta, ya que la Verdad del Evangelio del reino de Dios, siempre se encarna en un determinado contexto cultural y geográfico, para finalmente hacer nacer una vocación y una tares misionera que nos debe identificar en el cumplimiento de del Missio Dei. Un camino de Fe, descubriendo nuestra identidad en Dios, volviendo a la Palabras de Dios para redescubrir los principios transformadores del Reino de Dios, y de esta manera, vivirlos local y globalmente siendo discípulos y haciendo discípulos en todas las esferas de la sociedad.

Daniel Diaz
DGI – DoulosGroup Int.

Notas:

1. Hartenstein, Karl (1934). «¿Qué requiere la situación financiera de la misión». Revista Misión Evangélica . 79 :217-229.

2. Engelsviken, Tormod (octubre de 2003). «Mission Dei: la comprensión y la incomprensión de un concepto teológico en las iglesias europeas y la misionología». Revista Internacional de Misión . 92 (367): 481–497. doi : 10.1111/j.1758-6631.2003.tb00424.x .

3. Vicedom, Georg F. (1965) [1958]. La misión de Dios: Introducción a una teología de la misión [ Missio Dei: Einführung in eine Theologie der Mission ]. Traducido por Gilbert A. Thiele; Dennis Hilgendorf. San Luis: Concordia.

4. Flett, John G. (2010). El Testimonio de Dios: La Trinidad, Missio Dei, Karl Barth y la Naturaleza de la Comunidad Cristiana . Grand Rapids, MI: Eerdmans.

5. Para una versión anterior de la posición de Niebuhr, véase Niebuhr, H. Richard. “La Doctrina de la Trinidad y la Unidad de la Iglesia”. Teología hoy 3, núm. 3 (1946): 371–384. Para el texto que informó el informe estadounidense, véase Niebuhr, H. Richard. “Un intento de análisis teológico de la motivación misionera”. Boletín Ocasional de Investigación Misionera 14, núm. 1 (1963): 1–6.

6. Saltar a:a b David J. Bosch,Misión transformadora, Maryknoll: Orbis Books, 1991, 389–390.

7. Jurgen Moltmann , La Iglesia en el poder del Espíritu: una contribución a la eclesiología mesiánica , Londres: SCM Press, 1977, 64

8. Darrell L. Guder (editor), Iglesia misional: una visión para el envío de la iglesia en América del Norte , Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing, 1998, 4–5.

9. Alan Hirsch , Los caminos olvidados , Grand Rapids, MI: Brazos Press, 2006, 82.

10. George W. Peters, Una teología bíblica de las misiones , Chicago: Moody Press, 1972, 9.

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